Aunque no está en el ánimo de Jesús desprenderse por ahora de su apreciado botín textil, este fotógrafo melillense que vive desde hace veinte años en Madrid -y que actualmente trabaja en un comedor de un colegio de educación especial, dando de comer y acompañando a niños-, forma parte de un colectivo cada vez más numeroso: el de aficionados al balompié que disfrutan atesorando equipaciones vintage de diferentes equipos (su caso) o del mismo.