En el ámbito de la cultura se refiere aquellas ideas que son populares por ser bien vistas socialmente, pero que carecen de una significación real. Theodor Adorno percibía esto en términos de lo que él llamaba la industria cultural, donde el arte es controlado y planeado por las necesidades del mercado y es dado a un pueblo pasivo que lo acepta. Había una cierta crítica, sin embargo, que declaraba que el arte se volvía «demasiado hermoso» y democrático, y esto lo hacía ver demasiado fácil y superficial.